jueves, 26 de abril de 2012

Complejo de Nerón II







Es criterio común atribuir a la persona autoritaria, centralista, autocrática y autosuficiente la cualidad del don de mando, carisma y capacidad de liderazgo natural. ¡Nada menos cierto!. Debemos concederle el don de la energía, que empuja a hacer cosas (no necesariamente fecundas o buenas) pero no el de ser un verdadero dirigente.

Si el autócrata es una persona corriente, el problema es para los compañeros y la familia, que sufren los «codazos» del engreído; pero si se trata de un gobernante empresarial como Don Billy Alvarez, la cosa es seria. Un liderazgo basado en el poder de decisión, el halago y el castigo y no en la credibilidad y la fecundidad de las obras, es la mayor calamidad que puede sufrir una empresa.

Por eso, ningún dictador en la historia ha logrado respetabilidad total a la hora de los juicios de su época y del futuro. A su personalidad le hacen falta varios rasgos que provocan el reconocimiento incondicional. Además, su afán de figuración y de ejercicio del poder demuestra la debilidad del que inconscientemente está inseguro de su propia valía. Cuanto más seguro del propio valer, menos inclinación a ostentarlo.

Un verdadero dirigente ama a la empresa que depositó en él su confianza y pone sus necesidades en el primer lugar de prioridades. Además de ese factor de humanidad y generosidad --condición imprescindible en un dirigente— el conductor genuino reduce los gastos personales contra el erario público a la cifra más pequeña, para no poner peso innecesario sobre los hombros de los trabajadores. Es simplemente obligación moral del dirigente de la empresa.

Un buen lider rehuye la ampulosidad en la conducta y se muestra siempre serio y jovial, según el caso. La jovialidad es una forma discreta de ser sociable, muy lejos de la chabacanería paternal de los dictadores del tercer mundo. Y más que todo, utiliza su talento --necesariamente excepcional— para manejar la cosa pública con la mayor fecundidad en las decisiones y con alto espíritu de servicio, generosidad, respetabilidad y conciencia del valor de la soberanía nacional y dignidad ciudadana. Pero no es así, Don Guillermo, sabe como conmover a los socios con lagrimas, como hablarles para mantenerlos al margen de los problemas, y sobre todo sabe como mover a sus "achichincles" para sembrar temor y amenazar a los socios.

Si al frente de la nación se encuentra un gobernante empresarial inescrupuloso (como los es GUILLERMO ALVAREZ) en el manejo de los fondos de la cooperativa, despreocupado de las desgracias de las clases oprimidas por el sistema económico imperante, autosuficiente en sus decisiones --aunque sean infecundas o lesivas al interés de la nación-- cultor del nepotismo, el amiguismo y el partidismo, protector de ejecutivos corruptos, tolerante o patrocinador del saqueo de los bienes de la Cooperativa, entonces, los socios no tienen a un dirigente genuino al mando de sus bienes.

Así se confirma la tesis de que el verdadero liderazgo se basa en las virtudes señaladas arriba y que las otras formas de liderazgo impuestas por la fuerza de la posición "billysta" u otros medios tanto o más violentos, no son sino desafortunadas circunstancias típicas de las sociedades con poca cultura política, poca identidad nacional y poca iniciativa ciudadana.

Estos antivalores de la sociedad son el caldo de cultivo de dictadores y gobernantes impropiamente elevados a esa importante posición. Aceptémoslo: gran parte de la culpa de mantener en el poder a personas sin categoría para el cargo la tienen los socios mismos. También hay que aceptarlo; el despeñadero hacia la desobediencia civil y la violencia popular proviene de los mismos factores de falta de acierto para elegir a los que gobiernan y falta de iniciativa política para apartarlos a tiempo.

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